800 metros en el Meeting de Veterans del Barcelona Atletisme

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Cuando hace 5 o 6 años empecé a correr para reducir los 86 kilos que aguantaba mis rodillas poco podía imaginar que acabaría corriendo una prueba de 800 metros en pista al aire libre. De hecho en esa época desconocía muchas cosas sobre el atletismo y ni tan siquiera sabía de la existencia de ésta prueba.

El pasado 27 de mayo de 2018 debuté en la prueba de 800 metros que organizó el Barcelona Atletisme, dentro del Meeting de Veterans que de celebran de manera anual.

¿Cómo viví mis primeros 800 metros en pista?

Mis primeros 800 metros en pista cerraron una genial semana de entrenamiento. El entrenador había reducido el volumen para poder competir el martes en los 5000 metros de Barberá del Vallés y que los 800 metros del domingo fueran un entrenamiento de calidad. El problema es que ponerte un dorsal te transforma…

No hace falta decir que los 800 metros al aire libre fueron de todo menos un entrenamiento para un corredor popular como yo, y es que fui capaz de recorrer esa distancia en 2:22.12, que representan un ritmo de 2:57 el kilómetro.

Esa marca de la que me siento muy orgulloso fue la peor de las 2 series de 800 metros de la categoría absoluta pero eso no me importa, lo importante es que lo hice.

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El mismo día la intranquilidad se apoderó de mi mientras calculaba a cuanto pasar la vuelta, en el calentamiento preguntaba a mis compañeros de entrenamiento cuál sería el ritmo más adecuado. La respuesta de Xavi, mi entrenador, resumió todo y me dejó claro lo que sentiría durante la competición: centrarte en sobrevivir las 2 vueltas.

Dos vueltas, que sencillas se ven en unas series de 2000 metros y como parecen de difíciles segundos antes del disparo de salida de los 800 metros al aire libre.

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Recuerdo que después del calentamiento con Xavi y Aureli (ambos competían en el 800 de veteranos) el tiempo pasó muy rápido en la cámara de llamadas. En ese lugar sólo pensaba en 2 cosas: no hundirme en la carrera y, sobretodo, no pisar fuera del carril en la curva para no quedar descalificado.

En cuanto terminó la primera serie de 800 metros el árbitro nos llamó a los que esperábamos en la cámara de llamadas. Uno a uno nos fue nombrando a todos y a mi, como esperaba, me tocó la calle de fuera, aquella que nadie quiere porque dejas de ver a tus rivales y sólo ves la primera curva del 800.

A la voz del árbitro me puse en posición y con el disparo salí rápido hacia adelante. Al final de la curva vi como los otros atletas me sacaban unos metros y a la entrada de la calle única sólo puede quedarme en la penúltima posición a unos 10 metros del grupo de cabeza.

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Me dijeron que los 800 metros al aire libre es un 400 largo y sentí en mis piernas la realidad de esa afirmación. Encarando la recta del 400 mis piernas comenzaron a quejarse de manera exagerada y cuando al terminar la primera vuelta vi como el atleta que tenía delante se retiraba, mi mente comenzaba a jugarme malas pasadas. Pero tenía claro que no se saldría con la suya.

Llegando al 600 el dolor de las piernas era inexplicable y el sufrimiento increíble, pensaba que no llegaría con fuerzas a la meta, pero a falta de 100 metros decidí que en esta carrera no me daría por vencido y apreté los dientes, pero también las piernas para intentar, al menos, mantenerme con el mismo ritmo.

Cerca de la meta me di cuenta que a pesar de la fuerza con la que corría era incapaz de aumentar el ritmo y el atleta que estuvo detrás mío durante toda la carrera me pasó rápidamente por un lado, dejándome en la última posición y cruzando la línea de llegada con un tiempo de 2:22.12.

Lo primero que sentí, aparte de la emoción de terminar los 800 metros, fue un gran mareo fruto del esfuerzo y de la falta de aire y un terrible dolor de cabeza por la tensión de la prueba pero nada podía impedir el sentimiento de felicidad que estaba dentro de mi.