Sabemos de sobra la importancia del físico, de la nutrición y del entrenamiento que llevamos a nuestras espaldas cuando competimos. Pero muchas veces olvidamos la importancia de la mente en el deporte y es algo que siempre tendriamos que tener presente.
La importancia de la mente en el deporte
El surfista Laid Hamilton dijo una vez:
Asegúrate que tu peor enemigo no vive entre tus dos orejas
Y tiene razón, cualquiera que haya disfrutado de una carrera e incluso de un entreno de larga distancia sabe de lo que hablo.
Llevar dos horas, dos horas y media, tres horas corriendo, no es agradable para nuestra mente. ¿Que necesidad hay de esto? ¿No es más fácil parar? Lo es, pero no por ello es lo mejor.
Juegos sucios de la mente
Llega un punto que el cerebro ve peligrar su existencia, es una reacción completamente normal. Es supervivencia pura y dura.
La mente nos puede jugar muy malas pasadas. Podemos estar muy entrenados pero llega un momento en que tras muchos y muchos kilómetros recorridos el cerebro nos empieza a avisar:
- Estoy cansado
- Todavia quedan 10 kilómetros
- Me duele…(cualquier parte del cuerpo sirve)
- He bajado mucho el ritmo
- No se que hago aquí
- No podré terminar
- Me voy a romper
Estas pueden ser alguna de las frases que asalten nuestra cabeza, no hay que avergonzarse de pensarlas. Nos tendríamos que avergonzar si no lucháramos contra ellas.
Preparar la mente
La mente se puede entrenar al igual que el cuerpo. Las tiradas largas, las series largas,los ritmos fuertes. Todo esto entrena el cuerpo, pero también la mente:
- Hace ver que es posible todo esto y aumenta la motivación.
- Y la prepara para cuando lleguen los momentos duros de la competición.
Quizás es por eso que nuestra primera carrera nos parece muy dura y con el tiempo y la experiencia vemos que somos capaces de aguantar en las peores circunstancias.
Una mente fuerte puede suponer la diferencia entre conseguir nuestros objetivos y dejarlos por el camino.
Antes de luchar contra el crono es importante saber como luchar contra uno mismo. Porque el primer enemigo somos nosotros.