Sufrir es divertido mientras sea corriendo

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Dicen que el sufrimiento no lo es tal cuando es uno mismo el que se lo impone. Aprender a sufrir corriendo viene en la genética de todo runner decidido a no saltarse ningún entrenamiento.

No puedo decir que el sufrimiento autoimpuesto de las series sea el mejor momento de mi vida pero mentiría si dijera que no me eriza la piel de emoción y gusto comprobar como el entrenamiento ha salido mejor de lo planeado.

¿Qué significa aprender a sufrir corriendo y disfrutar de ello?

Mezclar en una misma frase la palabra sufrimiento y diversión no es lo habitual, pero de la misma forma que aprendes a sufrir corriendo (enlazar articulo series y sufrir) también interiorizas ese sufrimiento y lo disfrutas.

Esto que voy a escribir tú ya lo has vivido o estarás apunto de hacerlo.

Para mi las competiciones son el mejor momento de la temporada. No importa que cruce la línea de meta y lo siguiente que haga sea tirarme al suelo completamente fundido. De hecho, son en esas carreras donde la sonrisa de mi cara es más visible.

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Desde fuera parece increíble que alguien sea capaz de hacer una mueca de felicidad después de sentir tanto dolor durante gran parte de la competición. Porque sin importar si son 1000 metros o un maratón, llega un momento en que el dolor se apodera de tu cuerpo y de tu mente.

Aprender a sufrir corriendo es saber disfrutar de este sufrimiento. El caso más claro, y conocido, es el de Eliud Kipchoge. El atleta keniano, que corre un maratón a un ritmo de 2:52 el kilómetro, siempre cruza la linea de meta con una gran sonrisa.

Seguramente en esa situación es mucho más fácil poner una cara de terrible padecimiento que de alegría pero, ¿por qué hacer tal cosa?

Correr me parece genial, el mejor invento para eliminar el estrés y mantener mi motivación por las nubes. Es la mejor medicina para el cuerpo y la mente.

[Tweet «Nada merece más una sonrisa que el sufrimiento de una carrera…»]

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Lo único que me pide a cambio es tolerar la falta de oxígeno en las series, el dolor muscular en las tiradas largas y los mareos, frutos del esfuerzo, de los últimos 300 metros de la competición.

Si hago cálculos la felicidad vale mucho más que esto, y correr es una pieza fundamental de ella.

Si corro, sufro y sonrío es porque estoy comprando un trozo de felicidad a precio de ganga: el de aprender a aguantar cuándo el cuerpo dice basta.