Convivir con el cáncer

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Esta carta es una historia real, de la lucha diaria contra esta enfermedad y la que motivó el proyecto que estamos orgullosos de sacar adelante. Hoy día 4 de Febrero, Día Mundial del Cáncer lo queremos compartir con vosotros…

Convivir con el cáncer

Hoy, como ya se ha publicado en todos los periódicos, informativos, redes sociales, etc. es el día mundial contra el Cáncer.

Para muchos, un día más del mes o del año, para otros un día significativo en el que recordar que hay que seguir luchando para lograr la cura de esta enfermedad.

La verdad es que a lo largo de la vida, conocemos a muchas personas que padecen Cáncer; vecinos, familiares de amigos, compañeros de trabajo… pero hasta que uno no lo padece de cerca, realmente no sabe cómo es el duro proceso de una persona enferma, los tratamientos agresivos y las secuelas en el futuro.

Hoy, en este día especial, me apetece compartir con todos vosotros como ha sido y es el proceso de lucha para mi padre y para todos los que estamos con él día tras día.

Hace poco más de un año, mi padre empezó a perder mucho peso en poco tiempo. Vomitaba en cada comida, y su tono de piel cambió por completo.

Estos síntomas comenzaban pocos meses después de haber tenido un accidente de tráfico, de haber encontrado un trabajo después de mucho tiempo en el paro. Parecía que después de la tormenta llegaba la calma y en nuestra familia las cosas volvían a ir bien. Por miedo a lo que pudiera pasar, y por evitar volver a los malos momentos, él se negaba a ir al médico. Él justificaba estos síntomas como consecuencia de tanto tiempo teniendo ansiedad, y que con calma y tiempo, su estado de salud volvería a ser el de antes.

Fueron dos largos meses de angustia y de peleas, de negativa a perder un día de trabajo por ir al médico. Pero llegó un día que su cuerpo no pudo más y le obligó a hacerlo.

Él, en su mente, sabía perfectamente lo que podría pasar, su padre había pasado por los mismos síntomas a su edad y el diagnóstico había sido cáncer.

Por suerte, todo fue muy rápido y en dos semanas nos dieron los resultados: tenía una anemia muy grave y cáncer de esófago.

En ese momento se nos cayó el mundo encima, a mi especialmente, ya que era la que estaba allí en directo.

Como no habían hecho todas las pruebas y no teníamos más información, solo nos venían a la cabeza dudas y más dudas. ¿Qué tratamiento le harían?, ¿Se podría operar?, ¿Se le caería el pelo?, ¿Tendría que dejar de trabajar?, ¿estaba localizado o tendría ramificaciones?, ¿Se moriría? …

Fueron dos largas semanas de shock y de angustia. Él parecía no reaccionar y eso nos sorprendía a todos, sobretodo por su carácter nervioso. Nosotros; su esposa, hijos, hermano y madre, expresábamos nuestros sentimientos llorando y con miedo. Era difícil controlarlo cuando él estaba presente pero parecía que lo conseguíamos.

Finalmente, nos comunicaron que tenía dos tumores que ocupaban 15cm aproximadamente. Eran grandes pero no se podía saber con exactitud el tamaño, debido a que ocupaban parte de la tráquea, bronquios y esófago. En ese momento todos nos vinimos a bajo, pero cuando nos dijeron que no podrían operarlo, el golpe fue más fuerte. Los médicos justificaban que no podrían hacerlo porque al tocar diferentes órganos, no se podían arriesgar y no querían poner su vida en peligro.

De todos modos, los especialistas nos animaron y propusieron antes de nada, intervenirle para poner una sonda en el estómago para que pudiera comer sin problemas y un catéter para poder hacer la quimioterapia más agresiva y con menos secuelas en las venas para él.

Así que con pocos ánimos pero con esperanza, todos nos pusimos manos a la obra y en ese momento comenzó su lucha contra esta enfermedad.

A sus 56 años, nunca había pasado por un quirófano y la colocación de la sonda fue bien. Para él no fue fácil, posiblemente nunca más volvería a comer por la boca. Para las personas que vivimos con él tampoco era fácil, además requería unos cuidados especiales y diarios. Era algo nuevo a lo que adaptarnos.

Una semana después, empezaron las sesiones de radioterapia y quimioterapia. Todos teníamos miedo pero en el fondo sabíamos que era fuerte. Él lo tenía claro; el día que se encontrara mal y tuviese efectos secundarios estaría en la cama, y el día que se encontrara bien, no iba a estar en casa, pasearía y haría otras tareas.

Las primeras sesiones de ambas terapias fueron bien. Yo solo me preocupaba en llamarlo y en saber como iba. Tenía miedo que le pudiera pasar algo o llegar a casa y verlo realmente mal. La verdad es que demostraba tener mucha fuerza.

Después de 8 largas horas en el hospital con la quimioterapia, tenía que llevarse a casa más durante tres días. Además, no podía estar tranquilo porque las sesiones de radioterapia eran diarias y quisiera o no, tenía que desplazarse al hospital.

Él seguía con muchos ánimos y ganas de luchar, y eso nos hacía estar fuertes. De hecho, él era quien nos animaba al resto, diciendo que era muy joven para morirse.

A partir de las próximas sesiones empezaron los efectos secundarios. Para nosotros era muy duro verlo así y obviamente no era fácil dejarlo solo en casa y marcharnos al trabajo como si nada. Por suerte, tenía a su hermano que cada día venía a estar con él y a cuidarlo.

Hacer nuestra vida “normal” con su estado, no era fácil. Sobretodo para sus hijos. Deja de apetecerte salir con tu pareja a cenar, o con los amigos. Parece que el mundo se ha parado y no estás preparado para continuarlo.

Pero a medida que las sesiones pasaban, “por suerte”, se nos hacia más ameno y para él empezaba a ser una rutina, algo normal que no suponía un cambio radical. Él se encontraba bien y estaba contento, ya que parecía que comía un poco más que antes del tratamiento.

Eso nos animaba a nosotros y nos hacía estar más tranquilos.

Finalmente acabaron las sesiones programadas y llegaron las pruebas para valorar la evolución. Esos días estábamos todos muy nerviosos y nos entraban los mismos miedos iniciales. Además, sus ganas de superación habían aumentado pero su carácter había cambiado mucho; habitualmente estaba de malhumor y no tenía paciencia.

El día de la visita, él estaba deseando acabarla para marcharse al pueblo de vacaciones, ya que era verano. Los médicos comentaron que los tumores habían disminuido un poco pero no lo que esperaban. Que seguían sin valorar la operación y que por el momento, le habían hecho un tratamiento muy agresivo y no tenían intención de retomarlo. Su cuerpo debía descansar unos meses y esperar a lo que pudiera pasar. Podía tener buena suerte o mala, la buena suerte significaba que no crecieran y la mala era que pudieran hacer ramificaciones.

Esto si que cambia la vida de verdad, tienes que aprender a vivir con la incertidumbre de no saber si de repente un día dejará de estar bien. De pensar que las ramificaciones pueden aparecer cuando menos nos lo esperemos, y el día que se encuentra un poco mal, que nos entren todos los miedos de perderlo.

La verdad es que no es fácil una situación así, pero por suerte, la experiencia y la vida nos ayuda a sobrellevarlo lo mejor posible y a luchar por lo que se quiere. Y en este caso, nuestra única lucha es la cura de esta enfermedad.

Marta Hernández Suñer

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