Cuando corres llegas a un punto en el que comprendes que para correr no sólo es necesario avanzar hacia adelante, en ocasiones es necesario parar un momento y reflexionar sobre como te encuentras y como esperas estar. Con la adrenalina de los entrenamientos no siempre se repara en lo que el cuerpo trata de decirnos. Por eso, de manera habitual, hay que hacer una visita al fisioterapeuta.
Para mí la visita al fisioterapeuta es obligada un vez al mes, aunque en ocasiones me espere detrás de la puerta de la consulta un sufrimiento con el que no contaba. Si hay algo claro es que depende en que condiciones llegues a la consulta así te tocará sufrir.
La esperada visita al fisioterapeuta
Cuando tengo un problema muscular no dudo en acudir a la consulta de Xavier Cerrato para que él o alguno de sus compañeros me machaquen un poco los músculos que se resienten.
La visita al fisioterapeuta es como unas series cortas y lo digo enserio. Piensa en las sensaciones durante un entrenamiento de este tipo. Sientes dolor y molestias pero cuando llegas a casa te sientes completamente relajado. Pues eso mismo es lo que ocurre cuando traspasas la puerta de entrada y entras en el territorio del fisioterapeuta.
Tu vas a descargarte las piernas porque, según tú, las tienes un poco cargadas «solo un poco, del entreno del otro día». Esta es la mayor mentira que puedes decir, pero lo peor es que tu crees que es así. En el momento que te tumbas en la camilla y tu fisio empieza a toquetear tus piernas notas dolores en músculos que no sabías ni que estaban en tu pierna.
«Anda, lo tienes un poco cargado» te comenta tu fisio mientras te mete mano en el psoas . Tu sólo puedes sonreír mientras intentas no dejar escapar un grito porque tu fisio a dado en el blanco: ¡Tienes una sobrecarga increíble!
Pero no sólo tienes el psoas tocado, sino que a medida que baja por tu pierna descubres que tienes una sobrecarga del tamaño de una pelota de tenis en el cuadríceps que te lo soluciona de manera eficaz con la punción seca. No niego su eficacia porque es increíble, pero admito lo desagradable que es la sensación de tener una aguja pinchando tu músculo y que además te produce algo de dolor.
[Tweet «Nunca te olvides de la visita al fisioterapeuta…»]
Mientras te retuerces y pides que el suplicio termine, te preguntas que imagen estás dando delante del profesional. ¿Cómo puede ser que alguien que aguanta todas las series que le echen encima se queje por unos pinchazos de nada?
Si, la imagen que das es cómica pero es que no lo puedes aguantar.
Con toda esta reflexión la visita al fisioterapeuta está cerca de terminar, y tras hundir los dedos en tus gemelos llega a la planta del pie. Recuerdas que tenías una ligera molestia en el talón y cometes el terrible error de decírselo. Se para automáticamente y con una sonrisa maliciosa te dice: ahora vuelvo…
Te estás planteando salir corriendo de la consulta sin la necesidad de vestirte cuando escuchas un ruido por el pasillo similar a un golpeteo. Nada más abrir la puerta ves como tu fisioterapeuta se acerca a ti con tu máquina favorita, las ondas de choque, y te das cuenta que no tienes escapatoria. Sin que apenas te de tiempo a pensar 300 o 400 impactos recorren tu fascia plantar para que te olvides de que te dolía.
Después de la sesión te vistes como puedes y, sin ninguna aparente lógica, le pides visita para dentro de un mes…
Conclusión de la visita al fisioterapeuta
No quiero meterte miedo (¡hay que tener un poco de sentido del humor!) porque considero que la visita al fisioterapeuta es necesaria siempre. Aunque en algún momento de la visita sientas un poco de dolor, si te pones en buenas manos saldrás completamente renovado de la consulta.
Me parece triste que corredores se gasten más de 100 euros en unas zapatillas para correr o en un reloj gps para sus entrenamientos y sean incapaces de gastar de manera mensual 40, 50 o 60 euros. Este último gasto lo estás invirtiendo en salud y en tener una carrera deportiva lo más larga posible. Para mi esta simple razón hace que después de una sesión de fisioterapia no pueda esperar para volver a ponerme en sus manos.