Desde hace unos años he querido participar en la Milla de la Sagrada Familia pero por diferentes motivos (laborales,familiares, etc) nunca, hasta la pasada milla, había podido asistir. Las personas que habían participado año tras año me la recomendaban encarecidamente, no sabían como aún no había corrido alguna de sus ediciones. Después de haber corrido la Milla de la Sagrada Familia el 6 de mayo, me alegra no haberla hecho antes porque cuando participé me di cuenta que los corredores que participan en ésta son muy rápidos, y no me estoy refiriendo a la serie profesional, sino que en mi serie, la absoluta, había un nivel envidiable.
Aunque corría a las 11:15 no quería perderme ninguna serie anterior y, antes de las 9:30, cuando corrían los veteranos, ya estaba en la calle Mallorca a la espera de ver cómo esos mayores de 35 y 45 años volaban sobre el asfalto.
Increíble experiencia en la Milla de la Sagrada Familia
Llegué pronto a la Milla de la Sagrada Familia, quería ver todas las series pero sobretodo la de veteranos, ya que ahí corrían tanto mi padre como Cristian, un compañero de entrenamiento. Mi padre, con 67 años, terminaba la Milla de la Sagrada Familia en 6:35, mientras que Cristian lo hizo en 5:18. Obviamente, la meteorología no acompañaba y por ello las marcas conseguidas se revalorizan más si cabe.

Fuente: Fundación Claror
A medida que iba avanzando la mañana el tiempo iba empeorando, lo que eran 4 gotas se convertía en una auténtica cortina de agua que ya empezaba a preocupar. En mi cabeza a lo único que le daba vueltas era como encarar los giros de 180 grados que habían en el circuito de la Milla de la Sagrada Familia.
En esta ocasión el circuito de la Milla de la Sagrada Familia era diferente, y aunque a mi no me afectaba lo más mínimo al no haber corrido ninguna de las ediciones anteriores, si que había un poco de reticencia en los corredores al incluir esos giros de 180 grados. La prueba consistía en dar 2 vueltas al circuito, lo que se traducía en tener que hacer 4 giros de 180 grados, con las consecuencias que tiene ello en el ritmo en carrera.







Fuente: Fundación Claror
Fueron pasando las series casi sin darme cuenta mientras repasaba junto a Jordi los errores que podía cometer y qué hacer para evitarlos en una prueba donde se sufriría de principio a fin. Cuando el reloj marcaba las 10:30 supe que había llegado la hora de la verdad y me puse a calentar, esquivando turistas que, hasta en días de lluvia, invadían esa zona tan céntrica de Barcelona.
Tras un poco de movilidad articular y un rodaje de 15 minutos estaba listo para hacerlo lo mejor posible.
La Milla de la Sagrada Familia desde dentro: sufrir para conseguir una mejor marca
No exagero si digo que la Milla de la Sagrada Familia ha sido una de las pruebas donde más he sufrido, pensando que me iba a dar una terrible pájara a 200 metros de la meta. Te lo digo de corazón que llegué completamente fundido a la meta. Pero antes de avanzar acontecimiento es importante reflexionar sobre toda la carrera, de principio a fin.
Una de las razones principales de llegar tan al límite a la meta es que la serie absoluta era muy rápida, solo con decir que quién la ganó lo hizo con 4:23 ya te puede hacer sospechar de los ritmos con los que se jugaba.
Intentando no perder valiosos segundos me puse en la primera fila para evitar cambios de ritmo innecesarios. En este tipo de pruebas hay mucho contacto y en seguida lo noté al recibir un codazo del corredor de al lado en el momento de la salida. Casi sin darme tiempo a pensar en ello salí lo más rápido que mis piernas podían con la idea de buscar un sitio cómodo en la carrera, para encontrar mi ritmo y mantenerlo durante toda la milla. Por desgracia, y con estas salidas tan rápidas, es muy difícil regular el ritmo y cuando me quise dar cuenta las piernas me avisaban de lo cerca que estaba el umbral anaeróbico.
Los 2 primeros giros fueron fáciles y, procurando no resbalar, bajé un poco el ritmo en ellos. La primera vuelta la pasé en 2:37, en la posición 36 de la general y con intención de bajar de 5:20 si conseguía mantener ese ritmo durante la otra mitad de la Milla de la Sagrada Familia. Lo que vino a continuación no fue tan fácil, cegado en mi objetivo de darlo todo pasé los 1000 metros con una gran fatiga, tanta que la cabeza me comenzó a decir que aflojara el ritmo. Lejos de hacerlo, me mantuve con la mirada fija al final de la Calle Mallorca, donde estaba el último giro, sabía que si llegaba hasta él con fuerzas, los últimos 200 metros los correría sin darme cuenta.
Recuerdo salir del último giro con un pensamiento en la cabeza, uno solo que me llevó a la meta: pensaba en que esta era la carrera que tantos meses había esperado y que tenía que tirar hacia adelante si o si.
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Ese pensamiento me funcionó, pero a medida que la distancia que me separaba de la meta se acortaba los músculos se agarrotaban, me faltaba aire, me dolía la barriga y comenzaba a sentirme mareado. Lejos de lo que habría sido coherente, mantuve el mismo ritmo al ver que mi tiempo quedaría un poco por encima de esos 5 minutos y 20 segundos.
Cuando crucé la meta el reloj marcaba 5:25 y, aunque terriblemente mareado y completamente falto de energía, no podía hacer otra cosa que sonreír. ¡Había bajado en 15 segundos mi mejor marca en la milla, conseguida la temporada pasada!