Crónica de la Milla de la Sagrada Familia 2019

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Si digo que de este año la Milla de la Sagrada Familia 2019 era una de las pruebas que más esperaba competir no me equivoco. Tampoco lo haría si aseguro que es una de las mejores millas, y más conocidas, de la capital catalana.

La Milla de la Sagrada Familia es una prueba que se celebra a los pies del monumento más famoso de Barcelona y la recomiendo encarecidamente.

¿Por qué elegí correr la Milla de la Sagrada Familia 2019?

Organizada por la Fundació Claror, esta milla cumple 35 años, por lo que se ha creado una tradición detrás de ella y es una prueba que simboliza el atletismo en Barcelona.

Aunque es tan solo una milla, correr 1.609 metros es una tarea muy exigente. Así también me propuse enfrentarme a la prueba: exigiendome al máximo.

Venía de correr la Cursa Popular de La Llagosta con una buena marca y muy buenas sensaciones, por lo que mi confianza era elevada.

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Era el primer contacto con el mediofondo después de los controles invernales de pista cubierta, la primera prueba para comprobar como había sido mi evolución.

Elegí esta prueba porque se celebra justo un mes antes de que comiencen las pruebas al aire libre. De esta manera, al participar en la Milla de la Sagrada Familia 2019 pude saber en que nivel me encontraba.

Así viví cada metro de la Milla de la Sagrada Familia

Al correr en la categoría senior tuve que esperar hasta las 11.15 para correr. Hasta esa hora estuve viendo como competían las otras categorías y pude comprobar como los veteranos del MAT, Alejandro y Xavi, hicieron unas marcas muy buenas que rozaron el 5:20.

En el momento que me tocó competir recordé claramente que lo importante para hacer marca en estas pruebas es colocarte bien en la salida. Así que, tras el disparo de salida mi hice un hueco por detrás del grupo de cabeza, para poder correr con comodidad.

Salí bastante rápido, me coloqué, y a los 200 metros reduje el ritmo, viendo como los que peleaban por la victoria se iban alejando.

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En el 200 tocaba un giro de 180 grados e intenté buscar la medida justa entre perder mucho tiempo por ir por el exterior y quedarme encerrado y reducir el ritmo. Al paso del 400 las piernas ya empezaban a quejarse un poco, pero era una señal.

El segundo giro también lo hice ligeramente por el exterior y encaré el paso por el 800, que pasaba por la línea de meta, y lo hice en 2:41. Aquí empezaba la verdadera carrera.

Por suerte, tenía a los compañeros del MAT recordándome (a gritos) como correr. Cuerpo adelante, braceo potente y zancada amplia, buscando rápido el suelo.

Del 800 al 1000 el dolor en las piernas era como finas agujas atravesando mis músculos. Hice el tercer giro y me encamine nuevamente en sentido contrario.

Para mi sorpresa pude cambiar el ritmo hasta el 1400, donde cogí el último giro sin importarme mucho si frenaba o me abría demasiado. Aquí las agujas de las piernas se transformaron en grandes cuchillos que se clavaban más profundamente después de cada zancada.

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Cambié de nuevo el ritmo en los últimos 200 metros y crucé la meta completamente extenuado, mareado, adolorido y sin parar de toser.

El tiempo se me disparó en el segundo 800 y corrí la milla en 5:27, por lo que en el segundo parcial tardé 2:46. Aún así, me pude ir contento a casa, había cumplido con mi objetivo en la Milla de la Sagrada Familia 2019.