No eres Eliud Kipchoge, tampoco estás a la altura de Usain Bolt, de hecho eres un corredor del montón. Formas parte de esos corredores que se toman este deporte como una especie de afición-obligación. Corres porque te gusta pero te esfuerzas como si te fuera la vida. Seguramente piensa que no eres el ídolo de nadie, pero te sorprenderías al saber que tienes unos admiradores detrás tuyo que sin ellos no serias el mismo corredor.
Puede que pienses que me lo estoy inventando, pero esto es completamente cierto. A veces los corredores nos olvidamos de que somos quién somos por los que están detrás día tras día mostrándonos su apoyo y haciéndonos creer que estamos al nivel de los grandes atletas, aunque nos cueste sudor y lágrimas mejorar un triste segundo.
Por los que siempre están allí apoyandote y quieren que seas el mismo corredor
Recuerdo momentos en plena competición de querer parar y abandonar todo. De estar agobiado por el ácido láctico en las carreras más rápidas o dominado por una fatiga terrible en las más largas. En ese momento me planteo no ser el mismo corredor que pelea y lucha, que siempre tiene energía para dar una zancada extra para llegar a la meta.
No te diré que nunca ha pasado por mi cabeza la palabra rendición, pero por suerte nunca la he aceptado como mía. No es solo por mi manera de ser, sino por todos aquellos que a veces olvido pero están siempre detrás.
Los corredores pensamos en el ahora y en nosotros mismos mientras competimos, observamos a través de una visión de túnel y sólo vemos lo que está delante y a donde nos dirigimos pero en estas ocasiones miramos hacia nuestro alrededor.
Es allí donde está tu pareja que te escucha con paciencia tus batallas contra la pista día a dia, que madruga cuando no debería hacerlo para verte llegar en el puesto 100 de una carrera. Es tanta la admiración que te profesa que es capaz de emocionarse tanto al verte llegar a la meta como lo haces tu cuando ves romper el récord del mundo en maratón. Si, realmente sin esa persona no serias el mismo corredor, y es que para ella ni toda la armada africana está a tu altura.
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Tampoco serias el mismo corredor sin tu club, desde el entrenador que te exprime hasta el límite en los entrenamiento hasta tus compañeros que te acompañan en las series a ritmo altos. Es un orgullo para ellos que formes parte del mismo grupo, como también tendría que ser para ti estar unido a ellos. Los mensajes de ánimo en el último kilómetro por parte de ellos son la panacea, pues ellos saben que en esos momentos las piernas no pueden más y lo único que conseguirá que no bajes tu ritmo es la cabeza.
De la misma manera hay otro admirador más general: el público. Para el público tu eres un grande, más que aquellos que van en la cabeza. Ellos saben que corres y a la vez haces malabares con tu vida para que todo te encaje, son conscientes de que has llegado a la línea de partida con una gran carga sobre tu espalda. Eres el ejemplo a seguir para ellos, porque a pesar de la dificultad a la que te ves sometido durante el día a día eres capaz de continuar entrenando.
Así que cuando en tu próxima carrera las fuerzas te flaqueen piensa en aquellos que tienen puesta la esperanza en ti y en los que piensan que eres alguien a quien admirar.